Capítulo I - Parte I

Después de una larga noche en la que permanecí sumido en mis mas profundos pensamientos cuando volví a la realidad era un día como cualquier otro de no ser por la preocupación que inundaba los pensamientos de todo el país por culpa de la epidemia del virus "Evo" que azotaba Arika y que amenazaba con extenderse por el resto del mundo si no se actuaba rápido. Me dispuse a tomarme mi café de todas las mañanas mientras veía las noticias en el salón junto a mis compañeros de piso Guillermo y Daniel esperando oír buenas noticias acerca de la evolución del virus, pero no fue así, el virus estaba saliendo de Arika y se empezaba a extender por los países vecinos. Después de haber debatido el tema haciendo visible nuestra preocupación me fui al trabajo. Yo trabajaba en unos laboratorios de una empresa privada en los que investigaba todo tipo de enfermedades y desarrollaba junto al resto de la plantilla de la empresa posibles vacunas y medicamentos que vendíamos a las grandes multinacionales. En mi caso llevaba varias semanas investigando una posible cura contra el temido virus Evo. Era complicado desarrollar una cura para aquel virus ya que las pruebas que efectuábamos precisaban de abundantes muestras de sangre de personas afectadas y era muy arriesgado para nosotros viajar a Arika en su búsqueda a la vez que suponía un elevado riesgo para los afectados el perder sangre debido a su frágil estado de salud. Hoy era mi día libre y me gustaba aprovecharlos yendo con mis amigos al bosque para evadirme por un día de todos los problemas y disfrutar de la naturaleza, algo que me apasiona. Cogimos los tres nuestras bicicletas, las montamos en la baca del coche y nos pusimos en camino hacia las preciosas montañas Polibus, un lugar muy frecuentado por excursionistas y amantes de la naturaleza. Al llegar a un amplio emplazamiento planeamos una ruta por los senderos para llegar a la cima de Polibus. Estuvimos varias horas recorriendo los senderos con unas sobrecogedoras vistas hacia el horizonte en las que se apreciaba un inmenso paraje natural con un amplio y exuberante ecosistema que por suerte parecía no haber sido víctima de las devastadoras manos del ser humano. A pocos minutos de llegar a la cima Guillermo se paró en seco y señalo hacia la pared de la montaña -Mirad -dijo Guillermo- había una especie de estructura metálica incrustada en la pared de la montaña cubierta por la espesura de la vegetación. Nos bajamos de nuestras bicicletas puesto que el follaje no nos permitía avanzar mas. Llegamos a la entrada de aquella estructura. Parece un refugio subterráneo -Exclamó Daniel-. Tras retirar las ramas que cubrían la entrada pudimos apreciar dos grandes puertas correderas de hormigón musgoso que parecían no haber sido abiertas en mucho tiempo. Nos colocamos los tres en una esquina de la puerta y empujamos con todas nuestras fuerzas. La puerta se movió lentamente haciendo un ruido estrepitoso. Saqué la linterna de mi mochila y alumbré la abertura. Divisé unas escaleras al final de un túnel que conducía a la entrada. 

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